Caminando, que es gerundio.
Y en un paraje de confianza. Porque, como no podía ser de otra manera, hemos vuelto a Glendalough para hacer una de las rutas más famosas del parque. Supongo que en verano, además, será una de las más concurridas. Pero ahora mismo las condiciones han sido óptimas, sin demasiada gente y parando a hacer fotos a nuestro ritmo.
La ruta en cuestión es “Spinc y Glenealo Valley” (en los mapas, la ruta de color blanco). Es un sendero circular que permite tener buenas vistas del Valle pero, en vez de hacerlo en sentido horario (que parece que es el recorrido oficial) lo hemos hecho al revés y… ha sido la mejor decisión que podíamos haber tomado. Hemos dejado el coche en el aparcamiento de Upper Lake (5€) y desde allí hemos bordeado el lago por una zona boscosa preciosa hasta el fondo del Valle, para luego subir por una especie de escalones de piedra hasta donde estaba el límite de la antigua presa llegando finalmente al pequeño puente que cruza el río.

Hasta este punto hemos estado prácticamente solos. Tras dejar atrás los límites de piedra, nos hemos adentrado en una zona de barro y vegetación bastante alta pero, Oh maravilla!, aquí sí que estaba bien pensada la solución: unos tablones de madera perfectamente ensamblados salvaban el terreno y permitían llegar hasta la parte alta del Monte Spinc. Incluso tiene en algunas zonas un par de tablones extra para permitir con mayor comodidad el paso de personas en los dos sentidos. De hecho, los hemos usado un par de veces porque a partir de esta zona ya sí nos hemos empezado a cruzar con bastante gente (los que habían empezado la ruta en el otro sentido, claro).

También nos hemos cruzado con ovejas y con muchísimos ciervos. Son preciosos. Estaban pastando o tomando el sol, sabiendo que los excursionistas no nos salimos del camino de madera (más nos vale!). En un momento dado, mientras estábamos haciendo fotos, a una distancia no muy lejana nos ha pasado un grupo de seis o siete ciervos. Me sorprende cómo se mueven con agilidad por toda esa maraña de hierba alta y lodazal sin quedar atrapados. Nosotros no duraríamos ni un par de metros sin atascarnos. Fijo.

Pero nuestro sendero no terminaba en la Ciudad Esmeralda de Oz, sino en un entramado de vallas con carteles enormes indicando que había que desviarse hacia la derecha porque estaban de obras (léase “estamos arreglando el camino que tanto os gusta”). Así que un simple trayecto de 10 minutos se ha convertido en un desvío de 40 / 45 minutos con bajadas y subidas bastante pronunciadas. Ufff… esto sí que ha sido un reto. Al menos, en nuestro sentido y con bastones, era más llevadero pero los excursionistas del sentido contrario tenían unas pendientes muy muy exigentes. Hemos visto a más de uno pasarlo realmente mal.
La parte final del camino ha sido muy llevadera, volviendo a zona boscosa y caminando cerca del rio (en temporada alta esto seguro que está hasta arriba de gente).
Contentísimos con todo lo que habíamos hecho, nos hemos montado en el coche con una sonrisa de oreja a oreja. Esto era justo lo que necesitábamos para ponerle punto y final a nuestra aventura en las Montañas de Wicklow.
Tras llegar al hotel y prepararnos, hemos cenado en The Pottery, donde nos esperaba una cena estupenda con vieiras de entrante y luego un par de platos de pollo (y algo más, jaja) y pasta con cangrejo salvaje (o algo así). De postre, el “lemon posset” que se ve en la foto (que para entendernos sería como una pequeña tacita de natillas de limón acompañado de palmeritas). Estaba muy bueno!!
Ahora a dormir. Que el día ha sido muy intenso y hay que descansar urgentemente.
Buenas noches!