Hoy nos hemos acercado hasta el Valle de Igüer que está en el Parque Natural de los Valles Occidentales. Aunque habíamos consultado varias veces la previsión meteorológica, no teníamos muy claro si volverían las nubes a descargar como esta noche pasada. Afortunadamente, al llegar al parking de La Cleta (punto a poner en el GPS) se han disipado las dudas y los chubasqueros se han quedado en el coche. Y quizá deberíamos haber dejado también los cortavientos, porque ha hecho calor, pero ya sabemos que aquí puede cambiar el tiempo en minutos, así que mejor no arriesgarse.
El valle ofrece una ruta principal circular de unos 7 km. Al principio transcurre por la zona del río, donde se pueden encontrar un montón de vacas devora-hierba por todos lados. Impone un poco verlas tan cerca, pero lo mejor es pasar de ellas y seguir caminando con paso firme.
Por cierto, también hemos visto a los ganaderos encargados de ellas - que han conseguido reunirlas rápidamente para que pasten en la misma zona -.
No lo había dicho aún, pero este valle es el resultado de la tremenda acción de los glaciares que en su día cubrían la zona. Además del circo glaciar del fondo, por todos lados se ven las tremendas tiras de piedras prensadas, tanto en el suelo como en las enormes paredes del valle. Es muy fácil quedarse hipnotizado mirándolas pero imaginarse una enorme masa de hielo por aquí es algo que desgraciadamente cuesta bastante estos días. Ojalá cambiara un poco la tendencia climática y volviera algo de nieve duradera. Sí, ojalá. Dejémoslo ahí.
La bajada del Cerro Peñarruaba es preciosa. Ofrece vistas de todo el valle antes de enlazar con el Valle de Rigüelo (que está contiguo). Desde el mirador se puede disfrutar de las vistas coronadas por la Punta Rigüelo y los Lecherines (ver FOTO).
La verdad es que nos ha encantado. Sólo le ha faltado un poco de verde para darle más alegría a la excursión, pero éste es el resultado de un verano sin casi lluvia en la zona y con temperaturas muy altas. Creo que tendremos que hacer un futuro viaje pero en el mes de Mayo o Junio.
Antes de volver al hotel, hemos aprovechado el camino de vuelta para parar en algunos pueblecitos y pedanías que abundan por la zona. Quizá el más interesante sea el principal, Aísa, cuyas callecitas y casas empedradas son una gozada (ver FOTO). Pero también es curioso ver (por fuera sólo, desgraciadamente) las pequeñas iglesias románicas de estos lugares. Algunas están abandonadas pero otras se conservan estupendamente. Hemos visto incluso una en Abay que es del S.XII, ahí es nada!
Tras la ducha y un buen momento de relajación, hemos bajado a cenar con muchísimas ganas. Hemos pedido cabrito confitado y realmente ha sido un acierto: nos ha encantadoooo!!! Decir que estaba buenísimo es quedarse corto. Realmente han sabido darle el toque correcto y conquistarnos de lleno.
Ahora toca descansar y seguir disfrutando de estas pequeñas vacaciones en los Pirineos.
Viva la desconexión nacional! ;)