Si ayer nos quejábamos del calor, lo de hoy ya no tenía nombre. Sin viento y con la ropa de invierno encima, la humedad ha hecho los deberes y nos ha puesto a prueba sin miramientos. Lo peor de todo ha sido pensar que en la península las temperaturas están estupendas. El mundo al revés, vamos.
Afortunadamente, hemos estado bastante distraídos en el mercadillo de cuadros de la plaza Spui, para después pasar por Begijnhof, el famoso grupo de casas de beneficencia que en su día estuvo habitado por monjas. No había mucha gente por la calle, así que hemos estado muy tranquilos haciendo fotos a nuestras anchas.
Aunque al llegar al Bloemenmarkt (mercado de las flores) nos hemos dado cuenta de que en realidad todo el mundo estaba allí viendo plantas y flores. Hemos hecho nuestras pequeñas compras rápidamente y hemos salido disparados a buscar un sitio para comer. La casualidad ha querido que volvamos a repetir (sin quererlo!) uno de los sitios que más nos gustó en el viaje anterior: Bagels and Beans. No, no es exactamente el mismo local: al parecer, les ha ido bien el negocio y se han expandido aún más, no sólo en Amsterdam, sino en ciudades vecinas y en otros paises, como en Alemania o Dinamarca. A nosotros nos parece estupendo: la comida es sana y muy buena. Por cierto, hemos tomado dos riquisimos bagels con unas "bebidas orgánicas" bien fresquitas. Ñam ñam!
Con la maleta de nuevo a cuestas nos hemos acercado hasta la estación central de tren. El camino de vuelta al aeropuerto es igual de sencillo: sólo hay que apretar el botón "QUIERO IR AL AEROPUERTO SCHIPHOL". ¿Por qué no será así siempre en todas las ciudades y aeropuertos? A veces el turista se enfrenta a un galimatías imposible de descifrar y la pérdida de tiempo es casi frustrante.
No hemos tenido que esperar casi al tren. 3 minutos después de comprar el billete ya estábamos montados y camino al aeropuerto. Donde sí hemos estado muy entretenidos es en el acceso a la zona de embarque. No sé si será cosa del país o de la alerta terrorista de turno, pero nos han revisado absolutamente todo el equipaje de mano. Y cuando digo "todo" es todo. Incluso una de mis botas se ha salido de la bandeja y también me la han pasado otra vez por el escáner. Lo nunca visto.
Mientras buscábamos la puerta de embarque hemos pasado por una de esas zonas modernillas donde el pasajero se siente útil (e integrado) en el ecosistema eficiente del aeropuerto. Al loro con la foto. Se trata de unos puestos individuales con pedales donde uno puede recargar el móvil gracias a la energía que produce su propio pedaleo. No sé cuánto tiempo se necesitaría para recargar una batería de móvil, pero la eco-idea de "hágaselo usted mismo" me ha encantado. Me recuerda a mis años mozos, cuando iba en bicicleta por el pueblo y si quería poner la luz delantera sólo tenía que acercar la bobina a la rueda y pedalear tranquilamente.
Hemos tenido un vuelo muy bueno. KLM trata de lujo a sus pasajeros (aún ofrece catering gratuíto a bordo, cosa que es MUY de agradecer). La escapada de fin de semana se nos ha pasado casi como un suspiro, pero volveremos segurísimo muy pronto para ver varias cosas que han quedado pendientes.
Termino ya estas líneas con uno de los momentos más curiosos de estos días: cómo meter un mueble en una de las típicas casas inclinadas, estrechas (y sin ascensor) de la ciudad. Es bastante aparatoso, pero la polea de la parte superior del edificio es vital para llevar a cabo una misión tan espectacular. Tremendo!
Buenas nochessss!
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Ah. Canción sorpresa del viaje: Agnes Obel "Fuel to fire". Me encanta...
Ah. Canción sorpresa del viaje: Agnes Obel "Fuel to fire". Me encanta...