No lo había comentado hasta ahora pero todo el pueblo está muy bien adornado con flores por todos lados. Los hoteles (y en general casi todos los edificios) cuidan mucho la estética: jardines, entradas y balcones están preciosos. Pero también en las calles, especialmente las del centro, todo está impecable y bonito. Hasta las farolas tienen en la parte de arriba un cestillo con macetas. Y es que, cuando tienes este “vehículo regador” (ver FOTO), es fácil que las flores tengan ese lustre tan envidiable. Nos lo hemos encontrado casualmente de camino al tren. Súper curioso!
Hoy empezamos la excursión en Rotenboden para ver el famoso reflejo del Matterhorn en el pequeña laguna de Riffelsee. Esto es una asignatura pendiente del viaje anterior pero, como aquí la naturaleza tiene sus propias reglas, la niebla matinal ha dado paso a las típicas nubes caprichosas para que la foto quedase deslucida. Qué le vamos a hacer. De todas formas, hemos aprovechado para ver el nuevo Jardín Alpino (que abrió el año pasado) y que tiene una pequeña muestra de todas las flores de la zona. Supongo que, conforme pasen los años, ganará en tamaño y vistosidad.
Por cierto, mientras estábamos haciendo fotos, un escalofrío me ha recorrido el cuerpo cuando a lo lejos he visto un grupo bastante numeroso de gente. Por un momento he pensado que serían los ruidosos visitantes chinos de la otra vez pero, para mi sorpresa, en realidad eran dos grupos de japoneses que, de manera respetuosa y civilizada, han hecho sus fotos del Matterhorn parcialmente tapado. Y con una resignación y aceptación propia de su cultura (shikata ga nai) se han sentado junto a la orilla para (supongo) disfrutar de esa nube que tanto cariño le tiene a la montaña. Luego han seguido su excursión de manera ordenada… y les hemos perdido la vista. Que cósas.
Después de comer hemos subido hasta Kleine Matterhorn. Hoy las fotos del Breithorn (el monte vecino) han salido despejadísimas. El acceso a los esquiadores estaba cerrado, así que sólo nos han dejado los primeros metros para caminar por la nieve. Después hemos estado por la zona de Trockener. El Cervino seguía haciendo buenas migas con las nubes, cómo no. De todas formas, la laguna de Theodulsee (y algunos neveros) han animado algo las fotos.
El broche final del viaje ha sido la cena en L’Atelier Grandsire. Recomendados nuevamente por el hotel, hemos tomado un menú sorpresa buenísimo con su entrante, principal y postre. El local no puede ser más acogedor, con sus mesitas fantásticamente cuidadas y sus asientos con mantitas de lana de oveja. Iba a poner foto de los platos pero creo que me quedo, sin duda, con la original mantequilla que nos han puesto… con forma de Cervino!!!! Me ha parecido una idea increíble. Así que aquí la dejo para el recuerdo. ¿A que es una auténtica monada?
En fin, toca ya dormir que mañana nos espera un día largo (y tristón) de vuelta a casa. Acabo de ver la previsión de temperatura y… pffff, creo que nos va a dar algo con la ola de calor que empieza ya.
Ay, ay, ay… buenas noches!
¡¡Good bye con amor y bonitos recuerdos!!
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