Tokyo 2019 - 15 NOV (dia 2)


Todas las ciudades, por muy grandes que sean, tienen sus pequeños rincones para desconectar del asfalto y el ruido. En el caso de Tokyo, y fuera de los grandes parques urbanos, existen pequeñas joyas históricas lejos del radar turístico que merecen mucho la pena visitar. Por eso no podíamos desaprovechar la oportunidad que nos brinda un día tan soleado y nos hemos acercado hasta los jardines de Koishikawa Korakuen

Ha sido una auténtica suerte poder llegar casi a primera hora y pasear sin prisa pensando sólo en lo bonito que era todo. No había casi nadie así que las fotos han quedado muy bien. De haber tenido otras temperaturas en esta época del año, el parque habría lucido mucho más otoñal (esa mezcla de arces, gingkos y zelkovas del Japón lo confirma) pero bueno, tampoco está mal así. 



Tanto caminar entre árboles nos ha abierto el apetito bastante pronto. No hemos dudado ni un segundo en pillar de nuevo el metro para quitarnos la espinita que se nos quedó clavada ayer: hemos vuelto a la zona de Harajuku para comer (hoy sí!!) en el divertidísimo Kawaii Monster Cafe de Harajuku. Y por fin hemos
probado esa comida tan alocada que tienen. Lo que se ve en la foto es una hamburguesa con forma de monstruo y el cocktail de detrás intenta imitar un experimento científico. De postre hemos pedido helado con trozos de bizcocho - todo de colorines, como si fuera comida para animales, jajaja!!! No será la mejor comida del mundo pero sí la más rara y simpática. Además, hemos pillado parte del espectáculo en directo que hay todos los días y nos hemos echado unas buenas risas. Larga vida al frikismo japonés!!! 



Para bajar tanto colorante artificial (y reencontrarnos con la naturaleza) hemos ido hasta el santuario Meiji, que se encuentra a pocos minutos del restaurante y es el más importante de la ciudad. Un gran torii de madera nos da la bienvenida... y un montón de gente también, claro. 

Nos hemos encontrado, además, con muchas familias porque hoy 15 de Noviembre se celebra el Shichi-Go-San. Literalmente significa “tres, cinco, siete” y en ella los niños de esta edad empiezan a ser más conscientes de su papel sintoísta. Por ejemplo, a los niños de 5 años se les viste por primera vez con el tradicional hakama y a las niñas de 7 se les cambia parte del kimono para que ya no sea tan infantil. Según parece, los ritos varían un poco según la zona, pero básicamente es una manifestación de crecimiento dentro de su creencia. Muy curioso, de verdad.



Casi de me olvida! Junto a la entrada del santuario se encuentra el precioso edificio de la estación de tren de Harajuku. Se construyó a principios de S.XX y, aunque sufrió los implacables ataques de la 2ª Guerra Mundial, se volvió a reconstruir años después y hoy podemos disfrutar de ella y de su fantástica fachada. Eso si, ahora se encuentra de reformas y ampliación para poder adaptarse a la cantidad de gente que se espera para las Olimpiadas del año que viene (no quiero ni imaginármelo!)



Para cenar nos hemos acercado a los locales que están junto al hotel. Hay una gran variedad pero nos ha llamado la atención el Yakitori Isshobin. En esta   Izakaya (taberna típica japonesa) hemos comido yakitori (pequeñas brochetas) de diferentes partes del pollo, además de rebozado de queso y gambas. Muy bueno todo!!! 



Terminamos el día con estas vistas desde la habitación... y esa sombra al fondo del gran Fujisan (que no “yama”!!!). Ayer nos enteramos que en días despejados se podía ver desde Tokyo pero nos pareció un tanto loca la idea. Y resulta que efectivamente es así. Que pasada!!! A ver si con un poco de suerte se mantiene el tiempo sin nubes y mañana podemos verlo bien. Crucemos los dedos!!

Buenas noches!! 






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