Tokyo 2019 - 16 NOV (dia 3)



En el S. XVII el famoso poeta Matsuo Bashō escribió en uno de sus haikus que el Monte Fuji era siempre bello incluso con niebla. Hasta ahora podíamos estar más o menos de acuerdo con esta afirmación pero este amanecer que se ve en la foto confirma que nada puede superar unas vistas despejadas. Lo mas impresionante es que estamos a 100 km de distancia (!!!)... y se distingue perfectamente esa cumbre cónica nevada. Tremendo. Por cierto, os ahorro la búsqueda: mide 3776 metros!



Hoy hemos visto los jardines de Rikugien. De haber estado vivo, seguro que Bashō habría escrito sobre ellos, pero resulta que estos jardines no se hicieron hasta un año después de la muerte del poeta. El recinto como tal duró poco y durante muchos años sufrió una época oscura de dejadez hasta que en el S.XIX el fundador de la actual compañía Mitsubishi, Iwasaki Yatarō, decidiera comprarlo y restaurarlo para después donarlo a la ciudad. Todo un gesto que le honra, sin duda, y gracias al cual hoy podemos disfrutar de este rincón de paz y armonía visual. 

Quizá por ser sábado nos hemos encontrado con más gente paseando por aquí pero no ha sido nada molesto, pudiendo hacer fotos sin problema y moviéndonos por todos lados a nuestro ritmo (definitivamente, las aglomeraciones son para Kyoto). 



De vuelta a la estación de metro hemos visto un local especialista en fideos de trigo sarraceno (soba). Al igual que en la taberna japonesa de anoche, en el Komatsuan no están acostumbrados a recibir mucho turista. Aún así nos han tratado con educación y nos han ofrecido el menú en inglés gustosamente. Otra cosa es que nosotros no estemos acostumbrados a comer estos fideos de tradición centenaria: parece ser que hay que comerlos rápido una vez que llegan a la mesa para poder degustarlos bien. Pero... como somos de fuera y lo de sorber fideos con ruido no lo llevamos nada bien, hemos sido más lentos de lo habitual - tanto que creo que nos han llegado a ofrecer cubiertos por si el hecho de tener palillos era un problema! En fin, risas aparte, hemos comido de lujo. Ñam ñam!!! 



Al norte de Tokyo está el parque Ueno. Es un recinto enorme en el que se encuentran varios museos importantes, unos cuantos santuarios y templos, además de un lago y... el zoo de la ciudad! Refugio de lugareños y turistas, si coincide un día de sol y buena temperatura, podemos tener la sensación de estar en un alocado hormiguero multicultural. 

Aunque no hemos visto el parque entero, sí que nos ha dado tiempo a descubrir el santuario de Hanazono Inari (ver foto). Qué maravilla contemplar de nuevo en directo esos fantásticos  torii rojos que tanto nos emocionaron en Kyoto.



Volvemos al alboroto tokyota en la zona de Ameya Yokocho, un montón de callejuelas peatonales con puestos de comida y ropa al más puro estilo nipón. Es simpático escuchar el griterío de los comerciantes sin tener ni idea (en muchos casos) de lo que quieren vender. Hemos visto pescados rarísimos, incluso unos que nos pusieron en la cena de anoche como entrante (por fin hemos descubierto que se llaman shirasu - se parecen a nuestros chanquetes). 



Hablando de pescado, existe un dulce típico japonés que tiene esta forma. Se llama taiyaki y se trata de una oblea rellena de pasta de judía roja. Lo hemos probado por primera vez en este mercadillo y ha sido una agradable sorpresa. Por cierto, ver cómo los preparan también es muy curioso, aunque desde el otro lado del cristal el artesano se esté riendo al ver nuestras caras de asombro, jeje!



Aunque en este país no son muy navideños, sí que pueden encontrarse espectáculos de luces propios de la época. En el centro comercial Caretta Shiodome han puesto esta vez uno con temática de Aladdin (el de Disney, sí) que no está nada mal. Hay varios pases cada hora y está bastante currado. Recomendable especialmente si pilla de paso (porque si no, puede estar algo a desmano).

En fin, ahora a descansar, que ya es hora.
Nas nochezzzz...





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