El otro día mencionaba que mucha gente venia al oeste del país en busca de oportunidades y hoy tengo que hablar de Adolph Kuhrs, un joven que en 1868 llegó desde Alemania a Nueva York en busca de un futuro mejor. No conocía el idioma pero sí sabía ingeniárselas para sobrevivir así que, tras varios intentos en la ciudad y después en Chicago, finalmente llegó a Denver para poner en marcha un negocio que conocía perfectamente: la elaboración de cerveza. Para entonces su apellido ya había cambiado a
Coors y, lo que empezó en Golden como un pequeño negocio junto a las Rocosas, hoy es un imperio gigante conocido en todo el mundo.
Esta mañana hemos estado visitando la fábrica de cerveza Coors y nos lo hemos pasado genial. Por cierto, que al estar en un edificio donde hay trabajadores, hay que seguir un protocolo bastante específico, sin poder pasar bolsos ni mochilas. Al menos 15 minutos antes de la hora programada, hay que llegar al parking y allí pre-registrarse. Después hay que esperar en una zona techada al autobús lanzadera que te deja junto al edificio principal. Una vez allí, hay otro mostrador donde comprueban que tienes más de 21 años (que es la edad mínima legal para tomar alcohol). Y por último un guía muy simpático te lleva por salas y pasillos mientras cuenta la historia de cómo se elabora la cerveza y cómo su fundador llegó hasta donde llegó.
Ah… que se me olvida! Durante los 90 minutos que dura la visita puedes probar hasta tres cervezas de las que se elaboran en la fábrica. Menos mal que hoy habíamos desayunado mucho a conciencia porque si no, salimos de la fábrica haciendo la croqueta…
Al salir de la fábrica hacía buenísimo (19ºC… increíble!), así que hemos dejado los abrigos en el hotel y nos hemos dado una vuelta por el centro, que estaba muy animado. Así hemos descubierto junto al río el Golden History Museum & Park, un museo que permite conocer la historia de este asentamiento, sus tradiciones, y algunos habitantes destacados. A nosotros nos ha gustado pero seguro que a los lugareños les resulta mucho más interesante.
El museo tiene además una parte en exterior (al otro lado del río) donde se pueden ver algunos edificios de madera del S.XIX que, antes de que se derrumbaran, los trasladaron a este parque para que todo el mundo pudiera disfrutar de ellos. Por supuesto el interior está perfectamente conservado: sólo hay que mirar por las ventanas para quedarse maravillado ante los objetos de la época. Por un momento me he acordado de aquel pueblo fantasma que vimos hace ya unos cuantos años en otro viaje.
Para ser sábado por la noche aquí ha desaparecido la vidilla que había tan sólo unas horas antes. A lo mejor todos están en el concierto country que empieza en breve en uno de los bares de la calle principal. Nosotros no tenemos cuerpo para tanto espectáculo nocturno pero tampoco tenemos la ropa adecuada: todos los que entraban en ese local vestían con sombrero, cazadora y botas de cowboy. Qué cosas.
En fin, vamos a descansar que mañana nos espera un laaaaargo día por delante.
Buenas noches!