Buenos días, buenas tardes o buenas noches. Ya no sé ni qué hora tiene mi cuerpo dentro después del cansancio acumulado del viaje. Pero que no se vea esto como algo negativo, ni mucho menos. Porque es una mezcla de sensaciones que, en conjunto, son muy buenas. Es más, cuando hemos salido esta mañana de casa y hemos recordado que éste era el famoso viaje que no pudimos hacer hace 8 años (!!!), ya se nos ha puesto la sonrisa en los labios.
Pero eso no quita el esfuerzo que hay que hacer para llegar a destino. Vuelo con escala en Londres y luego un cruce de charco de 10 horas hasta la Costa Oeste de EEUU. Toda una aventura si le añadimos el jaleo que hemos tenido con las tarjetas de embarque en Heathrow (que no hemos sido los únicos, porque había más pasajeros que tenían problemas con el lector electrónico del torno - viva el Brexit… ejem!)
Al menos la llegada a Portland ha sido tranquila: muchos trabajadores nos han dado la bienvenida de manera bastante efusiva y tampoco hemos tenido la “visita al cuartito” en la aduana (bien!). Otra cosa ha sido luego el trayecto hasta el hotel con el coche de alquiler: nos han pillado las nubes con fuerza en la carretera y hemos tenido que ir con cien mil ojos. Vaya forma de llover! Para entonces ya nos habían avisado nuestros amigos T. y A. (que llegaron hace unos días) y con los que hemos coincidido en el check-in. Qué bueno volverse a ver después de tanto tiempo!
Sin perder mucho tiempo en deshacer la maleta (nos vamos mañana prontito) nos hemos ido hasta el Black Rabbit Restaurant, un lugar con cierto encanto dentro de un hotel histórico (en cuyo recinto además se fabrica cerveza). Hemos probado salmón, pollo y… jabalí (un plato potente cocinado como si fuera un estofado). Sí, nos hemos acordado de Obelix y los galos comiendo junto a la hoguera, jaja!
Ufff… creo que vamos a caer pero YA.
Buenas nocheszzz…
Pues si que empezáis fuerte con el 🐗 ¿ con què vais a terminar la ruta?
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