Powell’s Books es una de las pocas librerías independientes que quedan en el país. En su edificio de tres plantas se encuentran libros de toda índole y no deja de ser un disfrute para cualquier aficionado a la lectura. Incluso en la parte superior tiene una habitación especial donde se pueden encontrar “rare books” (libros poco fáciles de encontrar: bien por su antigüedad, bien por tener la dedicatoria del autor, o por ser ejemplares difíciles de encontrar). A esta habitación - que tiene un límite de 14 personas - sólo se puede acceder cuando otro sale de ella y con pase de entrada visible. En estos tiempos donde Amazon gobierna globalmente, se agrade ver que tiendas así siguen en pie.
Esto podría considerarse casi una rareza en una ciudad de poco más de 600.000 habitantes. Pero es que casualmente aquí hay muchas cosas raras que no se ven (o no hemos visto!) en el resto del país. De hecho, el lema (no oficial) de la ciudad es “Keep Portland weird!” (Mantenga Portland raro). Y, así, se puede ver a alguien haciendo calceta mientras espera en la cola de una cafeteria donde el barista se esmera en el mejor café posible. Se puede ver una competición de skate aprovechando una barra metálica de la calle. Se puede ver a gente con camisas de cuadros y ropa ancha como la que llevábamos en los 90s. Gente bien vestida andando descalza por la calle. Y, lo último,… los únicos carritos de bebé que hemos visto tenían perros dentro (los peques van como los canguros, en portabebés ergonómicos). En fin.
Por cierto, lo del café en Portland es una locura: hay locales muy de estilo europeo donde te puedes tomar unos cafés riquísimos. En este país puede considerarse como algo casi anodino (el café diario es el americano… ese tan ligero), pero en la ciudad es lo más normal poder disfrutar de un auténtico café que sabe a lo que tiene que saber. Para nosotros ha sido una sorpresa muy muy agradable.
Entre unas cosas y otras nos hemos pateado todo el downtown y el Pearl District hasta que ha llegado la hora de la cena. Teníamos reserva en Southpark Seafood y ha sido una estupenda despedida de la ciudad porque mañana ya volamos a casa. Hemos pedido King Salmón y, de entrante, un cocktail de gambones (o langostinos, porque ellos dicen que son “shrimps” y no hacen distinción). Nos hemos reído muchísimo con la presentación - nos ha recordado a ciertos platos ochenteros de nuestro país - pero, al probarlo, nos hemos quedado flipados con su sabor y jugosidad. Qué pasada, por favor!!!
Recordatorio: no juzgar el alimento por su presentación, por muy ridícula que parezca!
Para volver al hotel hemos usado el ticket del tranvía que nos han dado esta mañana en la recepción (una vez validado permite hasta dos horas seguidas de uso). Podíamos haber estirado un poco más el regalo y darnos una vuelta por la ciudad, pero estábamos ya muy cansados y no había cuerpo para nada. Además, mañana nos espera un día muuuuy largo.
Hale, a dormir ya, que me caigo de sueño.
Zzzz…
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