Sorprendentemente y a pesar de la súper tormenta de anoche, esta mañana ha amanecido como si no hubiera pasado nada. Ese cielo raso-pandero pedía a gritos una inminente subida al mirador por excelencia del valle: l'Aiguille du Midi. Así que hemos salido pronto a por los bocatas para luego llegar hasta el edificio desde donde sale el telecabina. Pero, oh sorpresa, resulta que aquí está todo demasiado regulado y aunque tengas tu Montblanc Pass (la tarjeta que te permite subir a todos los lugares del valle), tienes que solicitar tu turno (igual que en la pescadería, vamos). Obviamente, aquí muchas personas tendrán el mismo número, porque se dan tantas tarjetas como personas caben en un telecabina. Y luego, hay que esperar un ratito... hasta que en el panel electrónico de la pared por fin salga lo que tienes asignado en la tarjeta.
Cuando hemos subido al telecabina ya había pasado más de media hora. Afortunadamente, las vistas luego merecen mucho la pena y casi ni te das cuenta de lo aprisionado que vas dentro de ella, jaja!.
Este telecabina termina en Plan de l'Aiguille. Allí hay que pillar otro hasta el impresionante mirador. Y mientras estas disfrutando de las vistas, de repente descubres que hay gente que no hace colas y que se dedica a llegar hasta la cima por sus propios medios. Tela marinera. Un aplauso a estos valientes escaladores!
Después de muchos momentos de incertidumbre, se ha abierto un claro y hemos podido hacer las esperadas fotos del Mont Blanc, con sus imponentes 4810 m frente a nosotros. Es en ese momento cuando la gente casi se pelea por tener la foto perfecta, ya sea señalando la cima o haciendo gestos raros (curiosos?) con las manos. Para los interesados, que sepáis que el mirador se encuentra a 3842m y en ese momento nosotros estábamos a 0ºC. Tranquilos: ya estábamos advertidos y nos hemos equipado bien para no llegar a tiritar en ningún momento.
Al otro lado de la terraza se encuentra una de las atracciones que más impresionan: un mirador de cristal desde el que poder experimentar la sensación de caminar entre nubes. Al menos durante unos segundos porque, una vez dejas tus cosas, te pones un protector de calzado y entras en la cabina, le tienes que dar la cámara al encargado de turno y él es el que te hace las fotos mientras intentas no mirar hacia abajo ni poner cara de susto. Aunque hay que esperar bastante para estar en esa cabina, es una experiencia que no hay que perderse... aunque todo esté blanco y lleno de nubes!
Después de tomar los bocadillos acompañados por un par de cafés y bollitos a precio de oro, hemos vuelto al hotel para prepararnos convenientemente de cara al partido de la final del mundial de fútbol donde Francia y Croacia han salido a darlo todo. Aquí en el hotel tenían todo preparado para que los clientes pudieran verlo en pantalla grande. Hemos pillado buen sitio y nos lo hemos pasado genial, mientras todos se emocionaban cada vez que el equipo nacional marcaba un gol.... tras otro, porque han quedado 4-2 a favor de los franceses. Curioso ver cómo los presentes se mostraban bastante comedidos con sus comentarios y manifestaciones de sentimientos, algo casi inconcebible en la península. Vamos, que aún recuerdo la final de 2010 y aquello era un auténtico jolgorio en masa. Como bien dicen aquí, "Vive la différence", no?
Pero bueno, también hay que decir que lo estábamos viendo en un hotel y que quizá en un bar habría tenido más emoción, pero aún así... choca bastante.
Después del partido hemos cenado en l'Akashon, un pequeño restaurante donde hemos comido estupendamente (fantástico entrante de huevos y foie, rape con risotto y abadejo con verduras). Y entre bocado y bocado, se escuchaba la sinfonía de gotas de lluvia caer en el tejado mientras los pitidos de coches y griterío generalizado se ahogaban en la lejanía.
En fin, un día muy intenso para recordar durante muuucho muuucho tiempo.
Zzzz...
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