Al norte (pero MUY al norte) de Manhattan se encuentran The Cloisters, parte del Museo Metropolitano (MET) dedicada al arte medieval europeo. Para llegar hasta alli, hay que pillar la linea azul de metro "A" y bajarse casi al final en la parada de Dyckman St. Justo a la salida ya se ve un parque, un montón de árboles y una torre de iglesia en lo alto de la colina. Una vez arriba por un momento parece que estamos de vuelta en Europa. Alucinante. Por cierto, la entrada es una pegatina que también puede usarse para el edificio principal MET en los próximos 3 días.
Y... ¿qué se puede encontrar en este museo? Pues básicamente un conjunto de piezas escultóricas, paredes, puertas, columnas, frescos... todos ellos pertenecientes al medievo y traídos a este país de manera un tanto cuestionable. Casi todo lo que hemos visto tiene origen francés, italiano, alemán o español y digamos que resulta curioso ver el puzzle resultante. Por ejemplo, en esta foto se ve al fondo un ábside que en su día perteneció a la iglesia de San Martín de Fuentidueña (Segovia). Los frescos son de la iglesia de Santa Maria de Cap d'Arán de Tredós (Lérida) y el cristo que cuelga es también de esta provincia. Las paredes del museo combinan perfectamente con el conjunto y la sensación que tiene el visitante es la de estar en una iglesia románica. Bien pensado, ¿verdad?. Lo malo es darse cuenta de cómo han llegado allí esos tres elementos. El ábside, por ejemplo, se cedió tras un acuerdo entre España y EEUU que tuvo lugar en los años 50 (tras el que recuperamos unos frescos mozárabes expoliados en los años 20 que hoy pueden disfrutarse en el Museo del Prado). En el caso de los frescos de la foto, directamente se malvendieron y arrancaron al poco de descubrirse en los años 30. Y así todo.
De todas formas, no hay que sentirse mal por ser protagonistas de este mercadeo de arte de nuestros antepasados: ¿alguien se ha parado a pensar, por ejemplo, en lo que alberga el British Museum de Londres y cómo ha llegado hasta allí? Pues eso mismo.
Por cierto, artículo interesante sobre el tema: PINCHAR AQUI.
El museo, disfrutable y más aprovechable para los lugareños que para los europeos, se ve fácilmente en un par de horas. Y entre la oferta gastronómica circundante nos hemos quedado con un gastropub de lo más acogedor: Tryon Public House. Las hamburguesas estaban muy jugosas y las cervezas de calabaza nos han sentado estupendamente. Lo de la música rock, como siempre, es un extra a tener en cuenta (quién lo diría hace tan sólo unos años, ayyy!!)
Nos hemos bajado a la vuelta en Central Park. La mezcla de colores otoñales al tardecer estaba preciosa. Y además hacía un poquito de menos frío que ayer.
La helada de esta noche ha debido de ser muy fuerte porque aún quedaban restos de placas de hielo en el lago. Los gansos y patos intentaban acercarse a algunas zonas de la orilla donde estaban los turistas pero al final tenían que dar un rodeo tremendo para terminar accediendo por el único "pasillo" disponible. Pobriños!
Hemos quedado de nuevo a cenar con R. y E., esta vez en Hoboken. Nos han llevado a Ayame, un "hibachi" (restaurante japones donde te hacen la comida a la plancha de manera espectacular, con fuego y movimientos malabares). El chef nos ha preparado varias piezas y al final se lo hemos agradecido con un "domo arigato" (muchas gracias) en toda regla. La comida estaba buena, aunque quizá deberíamos haber sabido que las raciones servidas son enoooormes. Ninguno hemos conseguido terminar los platos. Madre mía, que panzada nos hemos dado.
Después nos hemos despedido... hasta la siguiente. No sé cuándo será, pero seguro que lo pasaremos igual de bien que ésta y las otras veces. Qué bueno es seguir viéndose a pesar del océano que nos separa.
En fin, a dormir ahora. Creo que con tanta comida vamos a caer en nada y menos... ofu!!!
Zzzz...
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