Suiza 2017 - 16 JUL (dia 1)

Hoy me he dado cuenta de algo: la idea de viajar en el tiempo seguro que se le ocurrió a alguien que llevaba una semana agotadora de trabajo y que, tras montar en un medio de transporte, se quedó profundamente dormido, con lo que su viaje pareció aparentemente instantáneo. Si. Seguro que sí. Porque eso es lo que me ha ocurrido a mí esta mañana cuando he abierto los ojos a pocos minutos de aterrizar en Ginebra. Qué cosas! Y, qué cansancio, por favor... 

Volvemos irremediablemente a este país porque tanto paisaje bonito nos tiene muy enganchados. Y esta vez tenemos que cruzar bien los dedos para que el tiempo acompañe, porque nuestras excursiones dependen mucho de ello.

En teoría, el comienzo de la semana no va a ser especialmente malo. Cielo sin muchas nubes y probabilidad de alguna tormenta por la tarde. Excepto hoy, claro. 

Saliendo de Ginebra hemos rodeado el lago Lemán y, mientras disfrutábamos de un cielo limpio sin contaminación, los cientos de radares que hemos visto nos tenían casi agobiados sin poder pasarnos ni un milímetro. Desde aquel viaje por los campos ingleses no nos habíamos encontrado con tantos. No se si harán mucha caja con los lugareños, pero con los extranjeros despistados fijo que sí, porque ni están anunciados ni están especialmente visibles. De repente, ves una pequeña caja gris a la izquierda de la carretera y... sorpresa, foto!!! 

En fín, nuestro destino final era Zermatt, pero si vas en coche te obligan a dejarlo (al menos) en el pueblo anterior, Täsch, porque los vehículos tienen PROHIBIDO el acceso. Sólo se puede acceder en tren!! Así que por el módico precio de 16 CHF tienes un i/v válido por un mes. Obviamente los trenes funcionan casi como una lanzadera y cada pocos minutos hay uno en camino. Y desde que bajas en el pueblo notas esa sensación rara de poder ir por el centro de la calle sólo escuchando gente, bicicletas y pájaros revoloteando. Creo que nos va a gustar mucho esto!

Pero también, en medio del barullo, de repente se ve un grupo de gente cámara en mano, que está medio hipnotizado con una enorme sonrisa, mientras disfruta de las maravillosas vistas del monte que lo domina todo: el Cervino ó Matterhorn. 

Impresionante. De verdad. Ves las fotos en un libro o en internet y ya te gusta, pero cuando lo tienes delante de tus narices, imponente, no hay palabras que lo describan. Nosotros lo hemos encontrado con muchas nubes y aún así nos hemos quedado casi como tontos. Ya sé que lo vamos a ver casi de contínuo, pero creo que no nos vamos a cansar ni un segundo!

Lo que casi nos ha durado un segundo es este schnitzel que nos han puesto en el restaurante Old Zermatt. Su tamaño impresiona, pero nada comparable a su sabor y textura. Creo que es el mejor que he probado en mi vida (y han sido ya muchos!). Ñam ñam ñam!!!!!

Cuando hemos terminado la cena, las vistas del Matterhorn ya estaban muy despejadas y nos hemos puesto a hacer miles de fotos, desde el puente y desde la habitación. 

Pero, como nos esperan unos días bastante monotemáticos, por hoy ya está bien de montaña, jeje!

A dormirrrr!!!

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