Ya lo decían los No me pises (...) en los 90: "Japón,... mira que está lejos Japón". Y, efectivamente, está muuuuy lejos, a más de 10.000 km de la península ibérica y con 8 horas de diferencia horaria pero, por lo que hemos experimentado hasta ahora, merece MUY MUCHO la pena el esfuerzo.
Y es que en realidad el viaje comenzó ayer lunes día 13. Pillamos un vuelo prontito hasta Londres y ahí estuvimos unas horas esperando hasta poder embarcar en nuestro B777 dirección Tokyo Narita. Casi 12 horas después estábamos aterrizando en Japón pero, obviamente, con el cambio de uso horario, en realidad ya habíamos pasado de día. Puede parecer una paliza, pero de verdad que no lo es tanto porque te pasas gran parte del vuelo durmiendo (algo que hay que hacer sí o sí para poder aguantar bien las horas siguientes del tirón y así no sufrir demasiado el jetlag).
Por cierto, durante el vuelo te entregan unas hojitas para poder pasar luego la aduana sin problema. A diferencia de EEUU, aquí no sólo hay que rellenar una por familia, sino que exigen otra extra por cada uno de los miembros de la misma. Una vez en tierra, te toman las huellas de los dos dedos índices en unas máquinas de color rosa (a las que sólo les faltaba el dibujito de Hello Kitty... sin exagerar!!) y luego te hacen el control individual de las cabinas de policía nacional. Lo bueno es que aquí hay mucho más personal y estos trámites se agilizan muchisimo. Tiempo total empleado... menos de 5 minutos!!!
Una vez fuera y tras esquivar a todos los impacientes familiares del hall de llegadas, hay que buscar la oficina del Japan Rail Pass. No lo había dicho pero es importante hacer los deberes y comprar el bono en tu país de origen desde tres meses antes de usarlo. En la T2 de Narita, esta oficina se encuentra justo debajo del hall de llegadas. Como no hay carteles por ningún lado, hay que echarle imaginación y alegría y preguntar a algún amable empleado.
** Recordatorio: llegadas / dirección derecha / bajar escaleras / hacia la derecha / pasillo / cruzar puerta / JR Pass Office a la izquierda, con cartel rojo
En esta oficina es donde se canjea el bono comprado y te dan la cartulina oficial del Japan Rail Pass, que habrá que enseñarla cada vez que se quiera montar en tren. También te gestionan combinaciones de trenes y horarios para que tu llegada a destino sea la más eficiente posible. De verdad, son majisimos!
En nuestro caso, nos han sugerido el Narita Express hasta Tokyo Shinagawa y desde alli el shinkansen (tren rápido) hasta Kyoto. Como hemos querido dejar un poco de margen para no apurar tanto en el trasbordo, nos ha dado tiempo a comprar uno de esos bentos (bandejas de comida para llevar) y un pequeño postre extra.
Por cierto, en este país el orden es casi una máxima. Lo que se ve en la foto es la zona perfectamente delimitada donde los pasajeros deben esperar al tren, según el vagón que les haya correspondido. Las vallas metálicas sólo se abren cuando el tren está casi a punto de parar y la gente entra de manera silenciosa y tranquila buscando su asiento. Ojalá fuera así en todos los países, verdad?
Cuando hemos llegado a Kyoto nos hemos quedado embobados. Estamos en la parte moderna y aún así se pueden encontrar callejones tan chulos como el que se ve en la foto. Hay mucha gente, pero en ningún momento tienes sensación de agobio. Al menos, eso ocurre un martes por la noche!
Y, por lo general, uno se queda embobado con cada paso que da, mientras los paneles iluminados anuncian mil y una cosas ininteligibles para el mundo occidental (excepto el que sepa el idioma, claro). Es imposible no mirar con detenimiento a los viandantes, aunque hay que recordar que aquí somos nosotros los exóticos y que se nos ve a la legua. Encontraremos españoles? Va a ser que sí. Ya nos hemos cruzado con un pequeño grupo en la calle.
Esta noche hemos cenado en uno de los pequeños locales que hay bajo la estación de tren, Konana. Hemos cenado un par de platos de noodles que estaban buenísimos (uno de salmón y otro de pollo). Aquí se toman con palillos y... hay que sorberlos de un tirón para que el propio fideo no te salpique en su recorrido hacia dentro. Para nosotros, hacer esto es casi impensable, pero aquí es una costumbre y casi una obligación para comer bien el plato. El truco está en empapar bien los fideos, porque si no es casi misión imposible.
Ya en la habitación nos hemos echado unas buenas risas con la distribución de gadgets y, sobre todo, con las maravillas de la taza del WC. Pero eso lo dejaremos para otro día. Ahora a descansar y recargar pilas para mañana.
Konbanwa!! (buenas noches!)
Leo el primer dia y ya estoy impaciene por disfrutar del segundo porque esto de las doce horas en el vión y ese callejón solitario , ejem ejem¡ quiero ver el sol naciente!
ResponderEliminarY yo la taza del WC! 😝
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